jueves, 15 de abril de 2010

Los días incendiados


Durante siete días y siete noches estarán Los días incendiados (en versión PDF) al alcance de cualquier persona del planeta Tierra que decida estirar la mano y clicar dos o tres veces en el ratón de su ordenador. Después de ese lapso, que vencerá el miércoles 21 de abril de 2010 a las 23:59 (Hora del centro de México), el PDF tendrá un costo, meras aspirinas para el ego, de 2 €. El libro también estará disponible físicamente bajo el sistema de impresión bajo demanda de Bubok, con un costo de 9.50 € (hice la prueba en México y con todo y los gastos de envío a cualquier parte del país sale en 11.50 €, algo así como 190 pesos). A quienes viven en la Ciudad de México, pronto tendrán noticias de las presentaciones que se están planeando.

Así, con Los días incendiados inauguramos oficialmente el sello de escritores Mono de Piedra, y esperamos que sea el primero de varios proyectos que irrumpan, de una manera harto sencilla para el lector de hoy, en el planisferio general de las letras.


Palabras preliminares

Debo confesar que tras Los días incendiados se esconden las Crónicas de una adolescencia tardía, que era el primer intento de nombrar este puñado de tristes aventuras, nacidas en un lapso que va desde 2001 (como en el caso de "El ausente") hasta 2007 (como sucedió con "De las cosas que se van"). Sin embargo, cuando me di cuenta de que el nombre se parecía sospechosa y alarmantemente a un libro que respeto de forma casi mística, decidí alejarme de inmediato e intentar una ruta menos reveladora. La elegida para representar a las demás resultó ser la que menos hubiera pensado en un principio: "Los días incendiados", o bien, de cómo en la verdad se trasluce la mentira... Pero eso ya se verá a su debido tiempo.

Por lo pronto, quiero dejar constancia de que finalmente saldo mi deuda con el fantasma del silencio, quien no dudó en atormentarme durante todos estos años de debates hamletianos acerca de mi Yo como escritor. Así pues, hasta hoy los vientos propicios hincharán las velas. Es hora de dejarlo navegar, o acaso naufragar. Y que el buen lector juzgue y se apiade de los protagonistas de estos días llenos de fuegos no siempre asombrosos.


V. S.

2 comentarios:

Rod dijo...

Descargadfo y listo para leerse amigo simio!

Anónimo dijo...

Pos ahí va un leve...

Espero poderme dar a entender, pues empiezo con todavía una imagen no muy clara de qué escribir, espero ser claro, y si caigo en circunloquios algo confusos espero tengas paciencia.

Encuentro tres valores imprecindibles en éste primer "monito", que a la vez se entremezclan entre ellos, no se puede hablar de uno de ellos sin involucrar al otro... Pues verá: El primero es la minuciocidad, es decir, clarifica la imagen como si antes se tuviera una delgada membrana, y al leerlo se revelan esos detalles imperceptibles. El segundo, es el placer al leer,para mi, el más fuerte. Esto se lo habia dicho de otra forma, y terminada diciendo que sus textos son capaces de tocar al lector. Reitero que no me he equivocado, y quien sabe, quizá estemos viendo, como dice usted por ahí, apenas el comienzo de un hilo que escapa al ovillo completo, y forme parte de una obra que seguramente se desprenda posteriormente. El tercero, es que sus textos alcanzan profundidad, que surge imperceptiblemente, como la buena prosa, para revelar quizá lo sorpresivo, quizá lo absurdo, en ocasiones la sutileza de una anécdota que de repente adquiere dimenensiones de epifanía. Como un profeta ciego que sabe que la verdad es tan ambigua que nunca termina por comprenderla, sin embargo, siempre está dispuesto a lanzarse a experimentarla. Ésta última cualidad está en las dos primeras, en el primer caso, en pequeñisimos extractos, en ocasiones de una opacidad inquietante, en otras, como pequeños pedacillos de luz, que caen como granizos, y sólo falta atraparlos como caramelos. Está en la segunda cualidad, en que no se traba el lector al tragar la lectura, al contrario, se degusta, y fluye con naturalidad como lo son las cosas casuales.

En fin... Cerré el libro, virtualmente, y unicamente dije: Exquisito.

Caballero Simio