jueves, 9 de octubre de 2008

Las puertas de marfil de tus hinojos



Definitivamente, Efrén Rebolledo no es el más famoso de los poetas en México. Antes bien, es todo un desconocido para el lector común, que suele estar fuera del campo de la historiografía literaria. Sin embargo, es él quien arroja los primeros poemas eróticos en 1916 a la mojigata sociedad aún de tintes bastante porfirianos. Caro Victrix se llama esa colección de doce sonetos que deslumbran como gemas por su elegancia y su profunda concupiscencia.
Y aquí tal vez más de uno recordará aquel poema titulado "El vampiro", perteneciente también a Caro Victrix, y que hace poco recuperara Roberto Bolaño en la escena en que Juan García Madero (uno de los escurridizos protagonistas de Los detectives salvajes) se sirve de él para poner en práctica un onanismo desenfrenado al sospechar, entre otras cosas, la "cópula florida"[1] en ciertos versos de oscura significación. Dejo aquí una rebanada...

Se recomienda ampliamente memorizarlo y soltarlo después en un ambiente penumbroso. La idea original de este post también era mostrar una interpretación personal del soneto, pero goear me ha estado dando una lata infernal.


Posesión

Se nublaron los cielos de tus ojos,
y como una paloma agonizante,
abatiste en mi pecho tu semblante
que tiñó el rosicler de los sonrojos.

Jardín de nardos y de mirtos rojos
era tu seno mórbido y fragante,
y al sucumbir, abriste palpitante
las puertas de marfil de tus hinojos.

Me diste generosa tus ardientes
labios, tu aguda lengua que cual fino
dardo vibraba en medio de tus dientes.

Y dócil, mustia, como débil hoja
que gime cuando pasa el torbellino,
gemiste de delicia y de congoja.


[1] Curioso término acuñado por Luis Mario Schneider en el prólogo a Salamandra - Caro Victrix, de Factoría Ediciones, cuando enlista los diversos temas que pueblan Caro Victrix y que retomo para referirme a la sodomía velada que presiente el personaje de Bolaño.

2 comentarios:

Gustavo López dijo...

[...] se explayaba sobre la cama, hasta los pies. Uno escondido entre las ropas; el otro encima, mostrando la planta. Un poco recogidas las piernas, con las rodillas al nivel de la boca. La belleza de la muchacha penetraba en él [...]
—¿Trajiste los cigarrillos?
—En seguida.
—No. Voy yo.
Fue corriendo, echando las piernas hacia los costados, mientras el pelo le chicoteaba en la espalda.


Este pasaje es sólo un ejemplo de todo el erotismo y las rodillas que guarda Tiempo de abrazar, de Onetti. Tu poeta hizo definitivamente que me acordase de esta otra maravilla erótica.

Gio Yakún dijo...

Excelso. Con frecuencia he encontrado que la mal llamada poesía "erótica" no es más que rimas basadas en ensayos ginecobstétricos. O peor aún, en revistas de peluquería...

Este soneto, por primera vez, me ha evocado lo que debería de ser la poesía erótica.

Grazie!